LA VILLA
ROMANA.
La
villa romana originalmente era una morada rural cuyas edificaciones
formaban el centro de una propiedad agrícola en Roma Antigua.
Constituyen uno de los ejemplos más notables de edificación romana.
Sus
orígenes se remontan a las villas griegas del Siglo V a.C. Estas
propiedades consintían en pequeñas haciendas dependientes de
trabajo familiar o por el contrario en grandes propiedades, con
trabajadores esclavos o siervos. En los siglos II y I a. C.
se produce un crecimiento económico y la paulatina desaparición de
los pequeños agricultores paralela a un significativo aumento de los
latifundios. Esto repercute positivamente en las villae, cuya parte
residencial es más sofisticada y elegante constituyéndose en
magníficas domus. La mayoría de estas villas son abandonadas a
finales del siglo II d. C. debido a un reestructuramiento
de la producción motivado por la concentración de tierras y la
competencia con la producción africana.
Había
dos tipos de villas romanas:
La
villa suburbanae (urbanas): Residencia de la aristocracia romana,
con origen en el palacio helenístico.
Se han hallado en la Campania
y el Lacio. La mejor
conservada es La villa
de los misterios, en Pompeya.
Las
villas imperiales: Son edificaciones donde residía el emperador, por
lo que están bien protegidas y su grandiosidad decoración dan
muestras del poder imperial. Empiezan a construirse con la llegada
del nuevo régimen. Destaca la más antigua, Tiberio
en Capri, construida en una isla.
En
el territorio español se conocen más de 500 villas. En las que
destacan: "La Vega o Villa aurea" (Salamanca), "El
Ruedo" (Códoba), ''Cambre'' (A Coruña), ''Toralla'' (Vigo), y
muchas más.
Andrea
de Paz González 4ºA.